En más de una oportunidad he expresado que la calidad de las instituciones está en estrecha relación con la calidad de sus directivos. Y el nivel de excelencia que logren los directivos en su gestión mantiene una relación directa con la capacidad de comunicación que manifiesten.

Por lo tanto, que un directivo pueda desarrollar su competencia conversacional no es una cuestión menor en el desempeño de su rol.

En cualquier ámbito en el que miremos veremos personas conversando. Hombres y mujeres que hablan, dicen, se desdicen, dialogan, escuchan o no, y hasta “veces tienen diálogos de sordos”.

Estamos tan inmersos en las conversaciones que mantenemos que frecuentemente no reparamos en ellas, ni en el poder que tienen en nuestras vidas.

Rafael Echeverría sostiene:

“La calidad de nuestras relaciones está ligada a la calidad de nuestras conversaciones”

Las conversaciones que tenemos y las que no tenemos, las que queremos tener y las que finalmente logramos sostener, definen las relaciones que construimos.

Todos quienes hacen un ejercicio del liderazgo dentro de las instituciones motorizan las acciones a través de las conversaciones que mantienen con sus pares o colaboradores. Y para que la gestión alcance los objetivos que nos hemos planteado, inevitablemente debemos desarrollar conversaciones productivas. Pero no siempre lo logramos… Hay conversaciones que no son productivas, que nos dejan insatisfechos y con la sensación de estar empantanados siempre en el mismo lugar, sin capacidad para intervenir en el mundo que nos rodea y modificar aquello que ya no queremos para nosotros. Si deseamos que “las cosas avancen”, que se abran “puertas para la acción”, inevitablemente debemos producir conversaciones “generativas”. ¿Por qué? Porque nuestras relaciones se configuran a partir de las conversaciones que sostenemos con los demás. Las conversaciones que sostenemos y las que no sostenemos, son las que producen y reproducen las relaciones humanas.

Una conversación es como “una danza” entre el escuchar y el hablar, el hablar y el escuchar. En la comunicación entre humanos no se da el hablar sin el escuchar y viceversa. Tanto cuando hablamos con otro como cuando hablamos con nosotros mismos. Aún cuando escuchamos silencios, escuchamos lo que de ellos interpretamos. Porque escuchar es más que oír… Es oír más interpretar lo que el otro me dijo. Escuchamos más que lo dicho.

Existen instituciones cuya salud organizacional está seriamente afectada por la calidad de las conversaciones que se mantienen. Las conversaciones “tóxicas” (para ver quién tiene razón) le han ganado el lugar al “disentir constructivamente” (conversaciones generativas) que son las que abren puertas a la acción.

Está en nosotros definir qué tipo de conversaciones deseamos tener…